Nos preocupamos y ocupamos de mantener una buena salud física como algo perfectamente normal y necesario, pero de la salud mental o emocional no.  

“Algo que encontramos de manera bastante generalizada en nuestro día a día es la de mantener una gran preocupación por la salud física, mientras con relativa frecuencia dejamos de lado, o en segundo plano, nuestra salud mental/emocional. Si tenemos un catarro o un dolor muscular, a poco que se prolongue durante unos días no es extraño imaginarnos acudiendo al médico/a para comentarle estas molestias (algo que me parece absolutamente lícito). Sin embargo, si llevamos una temporada sufriendo ataques de ansiedad, sintiendo que nos faltan ganas para salir de la cama, encontrándonos profundamente tristes, con pensamientos que nos invaden constantemente la cabeza, dificultades de tipo sexual, o nos vemos envueltos en una situación difícil en dinámica familiar, de pareja o por una experiencia traumática, parece que no se nos ocurre tan rápidamente acudir a un experto/a que nos pueda ayudar con estos problemas; a pesar de que en nuestra vida cotidiana nos puedan estar machacando la existencia tanto o más que aquel catarro o molestia muscular de los que hablábamos antes.

No tenemos en nuestra sociedad esa facilidad para acudir en busca de ayuda profesional cuando nuestras dificultades se encuentran en la parcela de lo psicoemocional. Los motivos pueden ser diversos: por un lado es cierto que hay una gran escasez de apoyo y recursos en este sector; pero creo que tanto peso o más tiene en este caso lo educativo/cultural. Existe esa tendencia generalizada de pensar que acudir a un psicólogo/a o psiquiatra implica que “estoy loco/a”, o que por el motivo que sea no podemos hablar de nuestras vulnerabilidades a nadie, acabando por hacer de todo esto un inmenso tabú del que no podemos si quiera pronunciarnos; cuando en muchísimas ocasiones precisamente el “permitirnos hablar de aquello que nos duele” es el primer paso para resolver, o al menos mejorar, estas dificultades que no nos permiten, en definitiva, disfrutar de nuestras vidas […] Y esto es lo que encontramos en el espacio terapéutico que conforma una consulta: ese lugar donde poder abrirnos de manera neutra y confidencial, sin ser juzgados y sabiendo que ante nosotros/as tenemos a un experto/a que nos van a escuchar, contener y guiar para tratar de solucionar nuestras demandas de naturaleza psicoemocional, pero también a ayudarnos a aprender y entender mejor, tanto al mundo que nos rodea como a nosotros/as mismos/as”.