Hay momentos a lo largo de nuestra vida en que podemos sentirnos perdidos, alterados o superados por una determinada situación, un evento traumático o pensamientos intrusivos; y por mucho que intentamos resolverlo como mejor nos parece (o simplemente “lo dejamos pasar”) puede ser que estas estrategias no nos estén ayudando en absoluto.

Es precisamente labor del psicólogo la de analizar estos casos, desde un punto de vista neutral, para tratar de determinar qué factores desencadenan y/o mantienen dicha situación (la “raíz” del problema), establecer una línea de trabajo y dotar de las estrategias o herramientas adecuadas para retomar el control y estabilidad en nuestras vidas.

La duración estándar de las sesiones es de 60 minutos, si bien podría extenderse si la situación lo requiriese, pero normalmente no más allá de 80 minutos, por motivos tanto terapéuticos como de agenda.

Al inicio de la terapia, lo habitual es establecer una frecuencia semanal en las sesiones, espaciándolo a quincenal o mensual según avance el proceso terapéutico, y en función también de la disponibilidad del propio paciente.

El precio de las sesiones es fijo, independientemente de que la consulta se haya podido alargar más allá de la hora, o de que de manera puntual acuda a sesión un/a acompañante del paciente (justificado dentro del marco de trabajo).

Podemos hablar de tres fases principales durante el proceso de terapia.

Inicialmente tendremos la fase de evaluación, donde se recaba información básica del paciente: cuál es el problema o demanda que le trae a consulta, existencia o no de antecedentes, soluciones intentadas, situación familiar, laboral, social, médica, etc.) y así establecer un plan individual de tratamiento, compartido y expuesto ante el paciente para comenzar a dar coherencia y control sobre su situación.

Posteriormente tenemos la fase de tratamiento, donde pondremos en marcha las técnicas de intervención, dotando al paciente de aprendizajes y estrategias para abordar las dificultades en su día a día. Será habitual establecer ciertos “deberes” o tareas para realizar entre sesión y sesión, de manera que el paciente tome mayor conciencia y control de su situación.

La última fase será la de seguimiento: cuando empecemos a observar resultados y mejoría en relación a los objetivos terapéuticos establecidos, las sesiones se irán distanciando progresivamente, dejando así espacio al paciente para aplicar, afianzar y generalizar los aprendizajes adquiridos.

Grado en Psicología en la Universidad de Oviedo.

Colaboración con el GIFI (Grupo de Investigación en Familia e Infancia) de la Universidad de Oviedo, a nivel de investigación y de asistencia a centros de acogimiento residencial para evaluación de menores mediante pruebas de screening.

Máster multidisciplinar en sociología, economía, derecho, psicología e intervención social.

Prácticas con los Equipos de Intervención Técnica de Apoyo a la Familia en Avilés.

Participación en investigación y evaluaciones con el GIFI.

Máster en Terapia familiar, pareja y trauma, con seguimiento y participación en casos con pacientes como co-terapeuta.

150 horas supervisadas de sesiones como terapeuta en la unidad de salud mental para usuarios/as de la Universidad de Salamanca.